La escasez de vivienda no solo afecta a los jóvenes en su acceso a la misma, también puede afectar a las perspectivas demográficas, constreñir el potencial de crecimiento de la economía y tener consecuencias en la situación social.
Gonzalo Ibáñez, burgalés de 24 años, lleva tres semanas buscando una habitación en Madrid, mientras lo aloja un amigo. No ha silenciado el móvil desde entonces, a la espera de una notificación del portal inmobiliario donde busca o de la llamada de un casero. “Han sido días fatales, de ansiedad, yendo de un lado al otro”, relata. Los propietarios le han pedido de todo: varios meses de adelanto, nóminas y hasta historial de cotización. En el caso de Ibáñez, que es estudiante de máster, le exigen los documentos de los avalistas, sus padres. “Pocos pueden poner a tocateja 2.000 euros sobre la mesa de una inmobiliaria”, reclama. La búsqueda ha sembrado en él una idea: “Los jóvenes somos mucho más prescindibles que antes”, asegura. “Se construye la ilusión de que tenemos más oportunidades, mientras se blanquea que tengamos que vivir con más gente hasta los 30 años y hasta le llaman coliving”, protesta.
En España, la edad media a la que se independizan los jóvenes superó los 30 años por primera vez en 2021, según Eurostat, que señala a los españoles como los cuartos que más tarde se van de la casa familiar. Y es el quinto país donde hay más menores de 35 años que viven o dependen de sus padres . Ese porcentaje ha subido 14 puntos (del 52% al 66%) en 13 años.
España figura entre los países europeos donde más inquilinos destinan más del 40% de sus ingresos al pago de la vivienda.
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